sábado

RAYUELA: LA MAGA Y HORACIO



Hace pocos días, el momento en el que decido compartir unas reflexiones que plasmé, hace muchos años, en plena juventud, entresacadas de un libro que me dejó una marca indeleble, el gris del cielo y la llovizna persistente, no facilitaban otros sentires que no se refiriesen a la tristeza, o tal vez, a la desazón, en definitiva, era un escenario perfecto para la aparición de pensamientos negativos que consideré que podrían obviarse, simplemente, con una retirada, apresurada, para intentar conciliar un sueño imposible.

Cuando me dirigía al dormitorio, recordé, como por arte de magia, aquel libro, Rayuela, de Julio Cortázar, lo que suscitó que la tristeza se tornara en una especie de perentoria necesidad por encontrar las notas que estaba seguro qué había escrito, pero que las había perdido de vista hacía ya muchos años, pero una mezcla de frenesí y emoción, casi infantil, provocó que iniciara su búsqueda. Después de casi dos horas, cuando estaba empezando a perder la esperanza, ¡al fin las encontré!..

Este es un resumen, centrado fundamentalmente en sus encuentros en la ciudad de París y en una somera descripción de sus diferentes caracteres, de aquellas viejas notas, escritas con la fuerza y la impericia de una persona joven, que comenzaba a enamorarse del lenguaje:


Una noche de París, abrazada por múltiples enigmas y secretos, Horacio caminaba por las calles empedradas, cada paso resonando con una melancolía que solo la ciudad podía amplificar.

El Sena reflejaba las luces de la ciudad, creando un caleidoscopio de colores que se reflejaban sobre el agua. Horacio, perdido en sus pensamientos filosóficos, apenas se percató de la presencia de una mujer frente a la estatua de Etienne Dolet, en el Pont Neuf, que, con una gracia casi irreal, se detuvo a su lado en el puente.

La Maga apareció envuelta en un halo de misterio y encanto. Sus ojos, grandes, llorosos, pero llenos de curiosidad, escudriñaban cada rincón del paisaje nocturno. Parecía no encajar del todo en aquel mundo, como si su esencia perteneciera a un verso perdido en un poema de Baudelaire.

"¿Dónde podemos encontrar la verdad, Horacio?" Fue la primera pregunta que ella lanzó al aire, rompiendo el silencio con una voz que sonaba como si de una melodía se tratase. En ese instante, algo en su manera de mirar el mundo atrajo a Horacio, una chispa de inocencia y profundidad que él anhelaba comprender.

Se miraron, y en esos instantes compartidos, el hilo de sus destinos comenzó a entrelazarse. Hablaron de todo y de nada, de la vida y del arte, de los sueños y de las dudas. La Maga, con su risa fácil y su manera desinhibida de abordar cada tema, contrastaba con la seriedad y el análisis meticuloso de Horacio. Pero era precisamente esa divergencia la que creaba una armonía única entre ellos.

Mientras la ciudad dormía y los ecos de sus voces se amortiguaban en el silencio de la madrugada, nació una conexión que iba más allá de lo físico, un vínculo que ni siquiera ellos podían entender completamente pero que sentían con una certeza abrumadora.

A raíz de ese primer encuentro, La Maga y Horacio juegaban a perderse y encontrarse por sus calles y sus rincones, por sus cafés sus portales..: «Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos». Los dos estaban convencidos de que un encuentro casual era lo menos casual en sus vidas: «Y mira que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos». 

Su último encuentro, en él que decidieron seguir caminos diferentes, presos ambos de un dolor lacerante, tuvo lugar en el “Pont des Arts”.










Como reflexión postrera, estos son los últimas pensamientos que me sugirieron estos dos fascinantes personajes:

En el laberinto de París, dos sentimientos opuestos se encuentran, Horacio y La Maga, danzando entre sombras y luz,

un romance tejido con hilos de sueños y brumas,

donde las palabras susurran secretos en el aire nocturno.

Horacio, navegante de pensamientos profundos,

La Maga, llena de espontánea inocencia,

juntos en un diálogo eterno de miradas complejas,

entre ríos de preguntas y mares de silencio.

Sus corazones se buscan en la música de lo efímero,

un puente frágil sobre el abismo de la incertidumbre,

donde el amor es un idioma sin normas,

y el tiempo se detiene en su órbita de duda.

una búsqueda sin brújula, pero llena de sentido,

Horacio y La Maga, juntos, siempre a la deriva….



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